2ª SEMANA DA RADIO

viernes, 3 de febrero de 2012

El día que Verne llegó a Vigo

A principios del mes de Junio del año 1878 y aprovechando una travesía hacia el Mediterráneo a bordo de su famoso y espectacular yate Saint Michel III, Julio Verne (Nantes,1828-Amiens,1905) decidió que ya era hora de visitar la Ría de Vigo que el capitán Nemo frecuentaba con su Nautilus para aprovisionarse en el estrecho de Rande del oro y la plata necesarios para sus correrías submarinas.

La historia del Capitán Nemo la había comenzado a escribir Verne en 1866, publicándose por primera vez “Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino” en 1869. El escritor quería, pues, reconocer el escenario imaginado a través de sus lecturas sobre la Batalla de Rande.

Julio Verne era un autor conocido mundialmente, una gran celebridad, por lo que su llegada resultó todo un acontecimiento. Los prohombres vigueses de entonces, encabezados por Manuel Bárcena, Conde de Torrecedeira, ya intuían que, a través de su novela, el autor bretón sería el mayor - en realidad, ya lo era - propagandista que la Ría de Vigo tuvo jamás.

La siguiente reseña se podía leer en un diario local el 3 de Junio de aquel año 1878:

“Casi al mismo tiempo que el Flore soltó el ancla en este puerto, presentóse cruzando la ría un bonito yatch de vapor con pabellón francés; era el Saint Michel Nantes, propiedad del popular novelista Julio Verne, que con otros amigos va de paso para el Mediterráneo, donde piensa visitar algunas poblaciones de España.- El famoso novelista estuvo anoche en el paseo de la Alameda, y más tarde concurrió al baile de La Tertulia, donde pronunció algunos brindis en español, los cuales fueron contestados por el Sr. Bárcena (D.Manuel) como presidente de la sociedad.- Es indudable que Mr.Verne, a quien le ha agradado mucho la posición geográfica de Vigo y su pintoresca campiña, lleva a la vez grato recuerdo de la sociedad viguesa que tuvo ocasión de conocer bajo uno de sus más bellos aspectos, en un baile de La Tertulia”.

La Alameda, abierta hacía algunos años sobre terrenos ganados al mar, era el salón urbano del Vigo decimonónico para el casi exclusivo disfrute de las clases altas. Mientras que "La Tertulia" se definía la más elitista de las sociedades recreativas.

La visita de Ju
lio Verne y los invitados que con él viajaban se prolongó más de una semana, puesto que aprovechó para realizar en el astillero que Antonio Sanjurjo Badía poseía en el Areal algunos ajustes y reparaciones en su barco, que era nuevo adquirido tan sólo unos meses antes.

Camino de Lisboa, Cádiz, Tánger, Tetuán y Argel, el periplo previsto, el Saint Michel III era un gran barco a vela y vapor de 31 metros de eslora y 38 toneladas de desplazamiento que contaba con una tripulación de diez hombres.

Parece ser, según testimonios de los descendientes del industrial vigués, que posteriomente Julio Verne, satisfecho de los ajustes realizados en Vigo a su yate, mantuvo correspondencia con Antonio Sanjurjo Badía.

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Llega la luz eléctrica

Thomas Edison inventó el filamento incandescente en 1876. Sólo cuatro años más tarde un importante prohombre de entonces, Antonio López de Neira, pudo primero disfrutar de la novedad en su domicilio y después mostrar el prodigio a los vigueses.


También fue López de Neira el primer ciudadano que contó con teléfono, por lo que cabe suponer que, siendo el único, tendría al menos dos aparatos terminales, que muy posiblemente utilizara para comunicarse desde de su despacho de negocios con su vivienda, y viceversa. Era un hombre muy preocupado, dicen las crónicas, por el progreso científico.

La luz eléctrica la estrenó López de Neira el 30 de Mayo de 1880 y fue todo un acontecimiento del que así se hacía eco un cronista local:

"El miércoles por la noche se probó en casa del Señor López de Neira la luz eléctrica que para mayor lucimiento de las próximas fiestas del Santísimo había encargado a París dicho señor".

Y continuaba:

"La proverbial naturalidad y amable deferencia del Señor Neira fue causa para que muchos de sus amigos se personasen en la rica morada y deliciosa huerta a presenciar los efectos luminosos del aparato, el cual funcionó bien, llevando la luz a larga distancia, y que al reflejarse en las galerías y casas del Placer de afuera, produjo agradable impresión entre las personas que inesperadamente se vieron inundadas por una claridad tan intensa como la del sol, aunque de meláncolico reflejo como la luz de la luna".

Según el periodista, a los insectos también les impresionó el invento:

"Una de las cosas que más nos ha llamado la atención en aquellos momentos fue el asombro que la luz produjo sobre los insectos que se albergaban entre el ramaje de los árboles, que vistos desde lejos parecían pintados con un verde ultramar, más bien que obras de la naturaleza".

Aquella instalación eléctrica le utilizaría después, a partir de aquel año 1880 y durante bastante tiempo, para dar mayor realce a la procesión del Cristo de la Victoria, en su salida de la Colegiata. Como si fuera un milagro.

TODO UN PERSONAJE DE LA ÉPOCA

Era Don Antonio toda una celebridad en un Vigo que por aquellos años ya crecía a una velocidad imparable, tanto en industria como en población.

Natural de la villa lucense de Foz y de muy humildes orígenes, llegó a Vigo para emplearse como mancebo de comercio (algunas fuentes indican que arribó como lazarillo de un ciego). Con el paso del tiempo, tras haber montado diversos pequeños negocios, terminó por establecerse en la calle del Príncipe con una importante y popular fábrica de chocolate, participando también en otras empresas, entre ellas la fábrica de papel "La Cristina", que se encontraba en Cabral.

Parece ser que era hombre simpático, campechano y afable, por lo que había caído muy bien al joven monarca Alfonso XII, que contaba con tan sólo dieciocho años cuando en 1877 visitó Vigo por primera vez. Tanto que cuando dos años más tarde contrajo matrimonio con Cristina de Habsburgo lo invitó a la boda.

PRIMERAS PLAZAS DE VIGO ILUMINADAS

La luz eléctrica pública no llegó a Vigo, sin embargo, hasta diciembre de 1896. Así lo refleja el que fue gran cronista de la ciudad, José María Alvarez Blázquez, en su imprescindible libro "La Ciudad y los Días":

"Fué, pues, el 22 de diciembre de 1896, un día luminoso en que Vigo conoció la alegría de la luz eléctrica, aquella maravilla del siglo de las luces, el siglo - dígase lo que se quiera - más sugestivo y sorprendente de nuestra historia. La "Sociedad para alumbrado y calefacción de Coruña y Vigo", la misma que había instalado su flamante fábrica de gas en Picacho, instaló la nueva factoría a base de dos motores sistema Otto de 30 caballos, que accionaban dos dinamos de corriente contínua de 250 voltios y 120 amperes".

Al parecer, con motivo de la inauguración, la multitud se había concentrado en la Puerta del Sol y Plaza de la Constitución, donde se habían instalado las primeras lámparas eléctricas.

Sigue Don José María:

"El acto de la inauguración revistió gran solemnidad y fué, al propio tiempo, ocasión para que el regocijo popular se desbordase, flotando ya en el ambiente los pascuales gozos de las vísperas navideñas".

Así llegó la luz eléctrica permanente a algunas calles de Vigo. Con diecisiete años de retraso desde su invención por Thomas Edison.

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El primer gran personaje de Vigo: Buenaventura Marcó del Pont

Su nombre estuvo demasiado tiempo olvidado, ni una calle lo recuerda. La mayor parte de los vigueses ignoran todo sobre este hombre. Sin embargo, su labor fue fundamental, verdadera piedra angular, para que Vigo, entre los siglos XVIII y XIX, comenzara a convertirse en una ciudad.

También se ignora que las actuales dependencias de la alcaldía en el Areal, antes rectorado, antes Banco de España y más tarde Gobierno Militar, fue el lugar elegido por Buenaventura Marcó del Pont para instalar, a mediados del Siglo XVIII, su residencia en Vigo.

Casado con la viguesa Juana Angel Méndez, allí nacieron sus hijos, entre ellos Francisco Casimiro, último gobernador de Chile; y Buenaventura Miguel, que llegó a ser uno de los hombres más importantes de Argentina en sus primeros tiempos como nación.

UN GRAN EMPRENDEDOR Y ARMADOR DE CORSO

Procedente de su Calella natal, en la provincia de Girona, Buenaventura Marcó del Pont i Bori arribó a nuestra ciudad con la temprana edad de 22 años, corriendo 1750.

Fue el primer catalán censado en una población que contaba con unos cientos de vecinos. Y lo seguía siendo en 1867, cuando la villa ya había alcanzado casi mil habitantes. Por entonces se había convertido en una acaudalado comerciante debido a que algunos navíos franceses dedicados al corso descargaban en Vigo los botines obtenidos de los barcos británicos que se dirigían a las islas desde Portugal. Don Buenaventura adquiría aquellas mercancías para después venderlas a un buen precio.

Y como armador llegó a ser uno de los principales del norte peninsular, al que el momarca Carlos III le había concedido permiso para negociar con las Antillas. Más tarde, en 1779 estalló la Guerra de Secesión de Estados Unidos, España se alió con Francia contra Inglaterra y Portugal y Marcó de Pont obtuvo permiso de la corona para armar sus propios barcos de corso, al igual que otros comerciantes radicados junto al Berbés.

En los cuatro años que duró la confrontación, hasta 1783, la flota corsaria viguesa consiguió numerosas capturas de buques ingleses y lusos. Unos éxitos bélicos y comerciales gracias a los cuales Marcó del Pont recibió honores y obtuvo grandes logros para Vigo, que por fin pudo abrir su puerto al tráfico con Montevideo y Buenos Aires y posteriormente, en 1794, reinando ya Carlos IV, traficar libremente con todos los países de América.

Pero no sólo eso: montó la primera industria de salazón similar a las que funcionaban en Mediterráneo, mediante técnicas aquí por entonces desconocidas. Con sus propios barcos decidió enviar aquellos salazones a Cataluña, con un éxito tan inmediato que pronto comenzaron a llegar - aproximadamente a partir de 1770 - decenas de paisanos suyos para establecerse en el Areal, por entonces una playa, como su nombre indica.

TRASLADO DE LA FAMILIA A AMÉRICA

De los cuatro hijos que Marcó del Pont tuvo con Juana Angel Méndez, tres de ellos optaron por la carrera militar. Como se mencionó arriba, Casimiro fue, entre 1815 y 1817, el último gobernador español en Chile, falleciendo en Buenos Aires en 1819.

El mayor, Buenaventura, ya se había trasladado a Argentina en 1783, para, como importador y consignatario, establecer allí una base de los negocios familiares, "Marcó del Pont y Compañía", que llegó a ser uno de los mayores emporios comerciales de España y Ultramar. Su descendencia devino en una de las familias más importantes de aquel país, habiéndose convertido en la actualidad su antigua residencia en importante museo y centro cultural.

Aquí en Vigo, Don Buenaventura Marcó del Pont, el hombre que sentó las bases para que la ciudad comenzara a convertirse en una potencia industrial, falleció en 1817 a los 79 años, edad muy avanzada para la época.

Poco antes, siendo regidor de la ciudad, promovió la construcción de la Colegiata, cuya primera piedra fue colocada en 1816. Y fue él, muy precisamente, quien donó la talla y retablo del Cristo de la Victoria (uno de sus barcos de corso había recibido el nombre de "Cristo de la Buena Victoria").

En 1883, sus descendientes decidieron vender el solar donde se encuentra el referido edificio histórico que hoy ocupan dependencias de representación de la alcaldía. Así, un periódico de la época publicaba la siguiente nota: "La dicha casa es una hermosa construcción moderna, su situación para el comercio y habitación es una de las mejores de este puerto, y susceptible de establecerse en ella fábrica de sardina de primer orden o bien otro artefacto, puesto que tiene comodidad y ecstensión para todo".

Así desaparecieron de Vigo los Marcó del Pont. Después de haber desarrollado su puerto y sentado las bases de Vigo como ciudad industrial.

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La llegada de los catalanes

Los orígenes de la industria pesquera se remontan en Vigo a la segunda mitad del Siglo XVIII, cuando a las Rías Baixas comenzaron a llegar de forma masiva miles de catalanes en su mayoría procedentes de la Costa Brava, en la provincia de Girona. Gentes próximas al mar que se trasladaron a orillas del Atlántico atraídos por la extraordinaria abundancia de sardina que ofrecían las costas de Galicia.

Los pescadores locales del pequeño puerto que era Vigo se dedicaban a la pesca de supervivencia con la utilización de artes primarias de escaso rendimiento. En el Berbés, por entonces una playa con soportales, el mercadeo se animaba en algunas épocas del año con la llegada de arrieros del interior a la procura de pulpo y otras especies secas y saladas.

Los "fomentadores" , como se les dio en llamar a los catalanes, trajeron consigo la "xábega", red de origen árabe, de arrastre y con copo, de entre 300 y 600 metros, que para ser movida precisaba de embarcaciones mucho mayores. El cerco se recogía arrastrando desde tierra, participando en la dura tarea parejas de bueyes, hombres, mujeres y niños.

También aportaron la técnica mediterránea del salazón, para la conservación del pescado en salmuera, comenzando pronto a instalarse con sus plantas de fabricación en el barrio extramuros de el Arenal, que enseguida se comenzó a conocer como "barrio de los catalanes".

CONFLICTOS CON LOS PESCADORES LOCALES


El cambio en los procedimientos de pesca que siguió a la llegada de los catalanes provocó graves enfrentamientos de estos con las gentes del Berbés, de Cangas y de Moaña, incluso entre los mismos pescadores, puesto que unos estaban a favor de los "fomentadores", con quienes se empleaban, otros en contra. Mientras en el Barrio del Arenal surgían una tras otra las plantas de salazón, edificios que eran fábricas al tiempo que vivienda. Los catalanes con sus familias residían en la misma industria, en el piso superior, y así comenzó a manifestarse una peculiar arquitectura de carácter industrial de la que todavía quedan algunos ejemplos en las rías y también en Vigo.

Muchos de aquellos colonos permanecían aquí únicamente durante la costera o campaña de pesca, que duraba entre seis y ocho meses, regresando después a Cataluña. Otros arribaban con la intención de establecerse unos cuantos años. Las familias que se afincaron de forma definitiva son los apellidos que llegaron hasta nuestra época.

LA IMPORTANCIA DE LAS FÁBRICAS DE SALAZÓN

En el año 1850 se calcula que trabajaban en la producción de salazón unos 250 hombres y 400 mujeres, a los que hay que añadir los numerosos artesanos que se habían instalado en el Arenal y que se dedicaban a la tonelería y herrería necesarias para la construcción de los artilugios de prensado.

Los salazoneros catalanes crearon toda una nueva estructura económica. Algunos se convirtieron también en armadores, dotando así al puerto de una flota mercante, mientras que otros eran exclusivamente comerciantes. Las goletas que llevaban su carga de timbales de salazón y bidones de aceite de sardinas al Mediterráneo regresaban con mercancías como aceite de oliva, vinos y licores que alcanzaron gran implantación compitiendo con los del Ribeiro y otros de la tierra. Desde Cataluña se reexportaban los salazones vigueses a Francia y a Italia.

Según Antonio Meijide Pardo ("Contribución de los catalanes al desarrollo de la industria pesquera de Vigo", 1968), un cómputo prudencial permite estimar en 7.000 millares la exportación media anual con destino a Francia, mientras que respecto a Italia el promedio anual superaría los 4.000 millares".

SALTO A LA INDUSTRIA CONSERVERA

Como evolución de la industria del salazón, la primera fábrica de conservas la montó en Vigo, en el año 1882, Benigno Barreras i Casellas, catalán-gallego de segunda generación. La industria se encontraba en la Alameda, junto a donde hoy termina la calle Velázquez Moreno, a la orilla del mar que llegaba hasta allí. Se trataba de una planta que elaboraba "al estilo de Nantes", pues de la Bretaña francesa se importó la técnica y la maquinaria.

Al año siguiente inauguró su fábrica en Bueu Salvador Massó Palau, natural de Blanes, establecido desde 1816 fabricando salazones.

Las nuevas industrias eran unidades productivas completas, en las cuales, además del pescado, entraba la hojalata procedente de Inglaterra y también de Bilbao. Mediante las prensas Durox se construían los envases que luego, tras ser introducidas las sardinas en aceite, se soldaban a mano para su cierre.

En el año 1883 Massó ya producía 1.000 envases diarios.

A comienzos del Siglo XX funcionaban en Vigo decenas de fábricas de conservas y de salazón, por lo que el aumento de la producción y la apertura de nuevos mercados provocó una mayor necesidad de capturas de sardinas y la utilización de artes de arrastre de mayores dimensiones, como la"traiña", en este caso de procedencia cantábrica, una red que en los primeros tiempos movían embarcaciones a remo, de más de trece metros de eslora y que contaban con una tripulación de veinticinco a treinta hombres.

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La rebelión de la hojalata

A finales del Siglo XIX, las fábricas de conserva viguesas consumían grandes cantidades de hojalata que en su mayor parte debía importarse de Inglaterra debido a que las siderurgias del entorno de Bilbao no producían con la misma calidad ni tampoco podían atender con puntualidad la demanda

El problema fue a que por entonces se limitaron importaciones y surgieron las dificultades de los conserveros para obtener los cupos necesarios, hasta el punto de que en 1890 algunas fábricas tuvieron que detener la producción.

La situación se agravó de tal modo que el día 9 de Marzo de aquel año tuvo lugar una gran manifestación ciudadana en solicitud de la libre importación, convocada por los diferentes sectores productivos.

Cuentan las crónicas que toda la población se echó a la calle para corear consignas contra los gobernantes de la nación, en una de las efemérides más curiosas en la historia de Vigo, por lo que significó en defensa de los intereses comunes.

Fue la primera concentración multitudinaria en una ciudad desde entonces con gran tradición en todo tipo de manifestaciones callejeras. Con una diferencia: en aquella ocasión protestaron juntos obreros y empresarios.

José María Alvarez-Blázquez lo cuenta así en su magnífico libro "La ciudad y los días":

"Las industrias conserveras y pesqueras en pleno - fabricantes, armadores, obreros de mar y tierra - se manifestaban públicamente, pidiendo a los poderes públicos libertad para la importación de hojalata y estaño, con destino a la conservación de la pesca. El pueblo entero de Vigo se suma a los manifestantes, en una unánime e impresionate demostración, de la que se hace eco la prensa nacional. Se cursan telegramas a las autoridades de la provincia y al gobierno, no obstante lo cual, el ministro de Hacienda, don Fernando Cos-Gayón (diputado por Lugo), hace caso omiso de los clamores de un sector tan importante de nuestra economía, resolviendo en contra de sus demandas. Cos-Gayón era un teórico y, además, tampoco era de Lugo".

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La Cordelera Ibérica

En el mismo solar en el que se encontraron los restos de una villa romana hoy al descubierto, próximo a unas construcciones salineras que proveían a las fábricas de salazón y cuyas parcelas rectangulares cubren las aguas, frente a la isla de Toralla funcionó a finales edel Siglo XIX una importante cordelería.

Se instaló en el año 1884 con la razón comercial Cordelera Ibérica, siendo sus impulsores, como no podía ser de otro modo en el Vigo de aquella época, catalanes.

La industria fundada por los señores Mirambell, Ferrer y Fontenills

llegó a contar con 60 operarios, de ellos un buen número especialistas ingleses que manejaban la maquinaria de vapor y el utillaje más avanzado de la época, importado de las Islas Británicas.

Se trataba, pues, de una factoría moderna y con una gran capacidad de producción, amén de una reconocida calidad en sus productos, por lo que en el año 1889 recibió una medalla de oro en la Exposición Universal de París.

Sin embargo, la Cordelera Ibérica tuvo que cerrar en los primeros años del Siglo XX como víctima directa de la pérdida, en 1998, de las Islas Filipinas, puesto que de allí procedía su materia prima, el cáñamo. Que a partir de entonces resultaba mucho más caro al tener que importarlo de otros países bajo otros poderes coloniales, lo cual ya no le permitiría a esta industria ser competitiva.

Su principal promotor, Tomás Mirambell, había nacido en Masnou en el año 1862, trasladándose a Vigo muy joven para matrimoniar, en uno de aquellos enlaces acordados a distancia propios de la población catalana asentada en nuestra ciudad. con una señorita local del mismo origen, de nombre Francisca Millet Bertrán,

De aquella unión, aparte de la descendencia natural, nació también otro emprendimiento, la firma de efectos navales que, con toda propiedad, se llamó Mirambell y Millet y cuya actividad se prolongó durante muchos años, más de un siglo. Desde 1883 hasta una época bien reciente.

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El Kaiser Guillermo II se encuentra con Alfonso XIII en la Ría de Vigo

La prestancia del Kaiser Guillermo II, su empaque contrasta abajo con la efigie de un bisoño Alfonso XIII que entonces contaba con 18 años, tras haber ascendido al trono dos años antes.

El encuentro tuvo lugar el 15 de Marzo de 1904 y los monarcas eligieron las aguas de nuestra Ría aprovechando que el alemán se dirigía de vacaciones al Mediterráneo a bordo del gran vapor König Albert, de la compañía North German Lloyd.

Todo un gran trasatlántico de la época para él y su sequito, escoltado por un buque de guerra.

Así contaba la llegada el cronista local Prudencio Landín: "A media mañana, las salvas de cañón anunciaron que entraba en Vigo el vapor del Lloyd alemán "König Albert" con el magnífico Kaiser(...) Lo custodiaba el crucero "Prinz Friedrich" y fondeó muy lejos del muelle de La Lage. Nuestro acorazado "Pelayo" engalanó sus mástiles y lo mismo hicieron el yate real "Giralda" y los torpederos "Urania", "Audaz" y "Núñez de Balboa"(...) Casi a la misma hora llegaba a Vigo el tren real con Alfonso XIII, en medio de una oleada de entusiasmo".

Al parecer, nada más bajar del tren, Alfonso XIII se dirigió a los muelles para embarcar hacia el König Albert, donde lo esperaba el kaiser. Las salutaciones y cortesías duraron unos cuarenta y cinco minutos, y por la tarde Guillermo II devolvió la visita en el Giralda. En el mismo yate real almorzaron juntos al día siguiente.

"Vigo lució durante aquella noche una soberbia iluminación(...) En las alturas del Castro, Bouzas y Morrazo alumbraban proyectándose sobre el mar unas gigantescas hogueras(...) Los barcos de la escuadra se perfilaban con bombillas eléctricas".

De lo que trataron el imponente kaiser, hombre autoritario, de carácter difícil, al que años más tarde se le manifestaron problemas mentales, y el barbilampiño - el bigote vendría años después - Alfonso XIII nada se sabe, aunque es de suponer que nada especialmente trascendente.

De lo que sí existe constancia histórica es de la carta que tras el viaje el Kaiser escribió a su tío el Zar Nicolás II, al que se dirigía en inglés como "Dearest Nicky". En uno de los párrafos decía: "Vigo es una gran bahía con espacio para todas las flotas del mundo. Las flotas británicas la visitan cada mes, y Henry estuvo allí el año pasado con nuestra escuadra".

Tras la derrota de Alemania en la I Guerra Mundial, Guillermo II abdicó y huyó de su país para refugiarse en Holanda, donde falleció en 1941, en plena II Guerra Mundial y con los Países Bajos ocupados por las tropas germanas.

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La calle del Príncipe

Tras la demolición de las viejas murallas que envolvían el Casco Vello, en 1861 se inició la construcción de las primeras calles del Vigo moderno, comenzando por la del Príncipe, en honor al futuro rey Alfonso XII, que había nacido en 1857.

La vieja postal que se reproduce debe corresponder a los años veinte. Y como se puede observar, la fotografía debió ser tomada un día de buen sol, probablemente al mediodía. Escasos viandantes, un solitario automóvil - tampoco había muchos por entonces - y no circulaba ningún tranvía.

En aquella Calle del Príncipe de finales del Siglo XIX y primer tercio del Siglo XX se encontraban la Oficina de Correos; las dependencias de la estación telegráfica de la compañía británica Eastern Telegraph, aquí rebautizada como "Cable Inglés"; las diversas representaciones consulares; y la agencia de la Royal Mail Steam Packet, en lenguaje local conocida como "Mala Real". Además de una fábrica de chocolate, comercios y la Oficina de Sanidad del Puerto. Una calle principal de pequeña ciudad; pero muy internacional, debido al puerto.

Pasados unos años tras la guerra civil, la calle del Príncipe se convirtió en un paseo, en una "calle mayor" a la que acudían los vigueses a pasear a última hora de la tarde. De la Puerta del Sol a Urzáiz y vuelta, gente más bien gris, sin demasiados motivos de regocijo, de todas las edades, caminaban ante el edificio donde se encontraban los juzgados y la prisión de la ciudad - el actual Museo de Arte contemporáneo - queriendo ser totalmente ajenas, o tratando de aparentarlo, a lo que allí dentro ocurría. Una cárcel en pleno centro de la ciudad. A los presos les llegarían los rumores de la calle, doble castigo.

Era la prolongada postguerra que duraría demasiado tiempo. Sin embargo, en la calle del Príncipe funcionaban buenos establecimientos propiedad de comerciantes zamoranos o maragatos: los Carbajo, Bravo o Romero, dedicados a los textiles; o zapaterías como la de Cruces. La famosa pastelería Las Colonias; la mercería La Favorita; o la tienda de comestibles de Costas. Entre otros, prácticamente cada edificio un comercio, como ahora.

Uno de ellos, muy popular, que más tarde se trasladaría a Marqués de Valladares, dedicado a bisutería y juguetes, se llamaba Tobaris, en torno al cual llegó a circular mucho más tarde, ya superado el franquismo, una curiosa leyenda urbana: su propietario, que era un rojo superviviente y disimulado, quiso realizar un personal desafío a la dictadura de los vencedores deciendo llamar así a su negocio, Tobaris, como una deformación de Tovarich... O sea, que Tobaris, según esa leyenda, se llamaba en realidad Camarada.

De ser cierto el cuento, de buena se libró aquel osado comerciante, que muy bien pudo, por su jueguecito, haber terminado en una de las celdas del presidio al final de la calle.

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La isla de San Simón

La mayor parte de los vigueses de hoy piensan que la isla de San Simón que preside el bello entorno del fondo de la Ría siempre estuvo allí como privilegiado ornato de la naturaleza y cumpliendo únicamente ese papel excepto cuando sirvió de prisión en una desgraciada época no tan lejana, durante la guerra civil.

Pero no es así. O no es sólo así, puesto que a la isla se le debe el primer impulso importante y posterior desarrollo del puerto de Vigo gracias a que allí se instaló, en 1842, un lazareto, el Lazareto de San Simón, que significó el punto de inflexión para la Ría que a partir de entonces se convirtió en punto de escala de obligada cuarentena para todos los barcos que quisieran acceder a cualquier puerto del noroeste peninsular.

Se produjo un extraordinario movimiento marítimo con entradas y salidas de cientos de buques todos los años, lo que estimuló antiguos y promovió nuevos negocios de consignación, aprovisionamiento, reparación de barcos y un considerable etcétera.

De tal modo que a lo largo de los doce años que siguieron a su inauguración, entre 1842 y 1854, fonderaron en la Ría nada menos que 2.349 naves de todas las banderas para pasar, con sus tripulaciones y viajeros, aquella necesaria cuarentena y evitar así la difusión de enfermedades importadas.

Vigo, con su Ría, se dio así a conocer como gran puerto del Atlántico, un refugio seguro en todo timpo, lo que hay que agradecer en muy buena parte al médico Taboada Leal, quien, ya en el año 1829, comenzó a predicar la necesidad del establecimiento sanitario. Los hechos habían venido a darle la razón en 1834, cuando en todas las poblaciones del litoral se desató una fortísima epidemia de cólera morbo - al parecer, procedente de Inglaterra y traída por una escuadra de guerra portuguesa -, que en Vigo alcanzó una especial virulencia, produciendo un considerable número de muertos.

El proyecto lo desarrolló el mismo Taboada Leal inspirándose en los lazaretos de Marsella y Estocolmo, por entonces considerados los mejores de Europa.

Como siempre ocurría cuando se trataba de Vigo - y sigue ocurriendo, que ejemplos actuales no faltan -, el gobierno de la nación se mostró muy remiso a disponer de los fondos necesarios para su construcción, por lo que su inauguración sufrió notables retrasos. Una actitud, en realidad, debida a la oposición de otras ciudades gallegas, Pontevedra y A Coruña concretamente, que trataban de impedir, a base de influencias políticas, que el lazareto se instalase en nuestra Ría.


Hasta que tuvo que intervenir la iniciativa privada viguesa por medio de un importante industrial de la época, otro ciudadano destacado del Siglo XIX, Norberto Velázquez Moreno, de origen riojano, quien aportó de su pecunio particular los caudales que se necesitaban para que el establecimiento pudiera convertirse en realidad.

Se puede afirmar sin ninguna duda que el puerto de Vigo recibió su gran y definitivo impulso gracias al Lazareto de San Simón.

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García Olloqui

"Fué poeta de inspiración épica, aunque un tanto "confuso, rebuscado y violento" (Couceiro Freijomil). Escribió también para el teatro, donde alcanzó algunos éxitos con su drama "Fray Luis de Sousa" y con su zarzuela "La familia del gobernador"(...) Es autor asimismo de varios poemas épicos, tales como "Los godos", "Camoens", "El alcalde de Móstoles", etc. García Olloqui es acaso unos de los más tardíos cultivadores, en lengua castellana, del rancio género épico. Bajo el título de "Obras poéticas" publicó su producción en Alejandría (Egipto), donde falleció, cuando desempeñaba un cargo diplomático". (José María Álvarez Blázquez, La Ciudad y los Días).

Los promotores de hoy día también andan muy preocupados con las letras, aunque no se dediquen a la poesía épica. Algunos, sin embargo, sí que protagonizan, muy a su pesar, dramones contemporáneos.

Emilio García Olloqui nació en Vigo en 1821 y fue, sin duda, el primer gran promotor y urbanista que tuvo la ciudad. El Vigo moderno de alguna manera nació por su iniciativa, puesto que fue el propulsor del inicial impulso de crecimiento urbano con el derribo de las viejas murallas y el gran Relleno (así, con mayúscula) que se llevó a cabo para ganar terreno al mar y construir lo que es hoy la Alameda, las Avenidas y sus calles adyacentes, una de las cuales lleva, muy justamente, su nombre.

Su proyecto lo llevó a cabo mediante la sociedad que fue denominada, con propiedad, "Empresa de la Nueva Población".

LA ALAMEDA PASA AL PUEBLO DE VIGO

La cesión de terrenos para llevar a cabo su proyecto de desarrollo urbanístico le fue concedida a García Olloqui en 1870.

Unos terrenos - en su mayor parte ganados al mar, como se dijo - que se extendían entre las actuales calles Carral y Colón alcanzaban una extensión de 63.800 metros cuadrados, ocupando en su conjunto el nuevo barrio 83.000 metros cuadrados, incluyendo la Alameda en torno a la cual se levantarían los edificios.

Precisamente la Alameda pronto fue origen de un conflicto entre el promotor poeta y el ayuntamiento de la ciudad, que, con la excusa de una fuente levantada en lugar no contemplado, retiró a García Olloqui, en 1876, la concesión de este concreto espacio público. Así, con los años el barrio, aquella gran promoción inmobiliaria de la época, terminó por ser una realidad. Y la Alameda, como se pronunció la corporación municipal, quedó desde entonces en propiedad del pueblo de Vigo.

Esta es, a grandes rasgos, la historia del surgimiento de unos de nuestros espacios urbanos más privilegiados.

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Velázquez Moreno

Como otros de su época, como también ocurre ahora, Norberto Velázquez Moreno llegó a Vigo desde tierras lejanas en busca de éxito empresarial y fortuna en una ciudad que a principios del Siglo XIX crecía y ofrecía grandes oportunidades.

Natural de Ortigosa de Cameros, en La Rioja, su primer negocio consistió en un molino de viento, algo extraordinariamente novedoso por estos lares, para triturar el grano que importaba. Posteriormente se sumó a la actividad del salazón promovida en el Arenal por los catalanes y emprendió nuevos y diferentes negocios, convirtiéndose en prohombre destacado tanto en el terreno mercantil como en el benéfico y cultural.

Don Norberto protagonizó obras muy beneficiosas para la ciudad, propiciando la creación de las primeras escuelas modernas y abriendo en las proximidades del Berbés la primera casa de baños, con instalaciones de un excelente nivel.

Lo que le proporcionó mayor popularidad, sin embargo, fue que gracias a él contó Vigo con su primer teatro. Un magnífico teatro, con diferencia el mejor de Galicia, inaugurado en 1832 y que se encontraba, frente al antiguo ayuntamiento, en la Plaza de la Alhóndiga, actual Plaza de la Princesa.

De aquel teatro también alababan las crónicas de la época su espectacular lámpara araña de bujías que se hacía descender del techo para iluminar el recinto, todo un alarde de la técnica. Cuantan también que en el gran telón de boca del escenario se podía leer:

Con risa y llanto, gracia y artificio,
aplaudo la virtud, corrijo el vicio


Muy de aquel tiempo eran las obras, con sus títulos, que se ofrecían al público: "El cuarto de hora del bello sexo", por ejemplo; o "Los tres recién nacidos". Gran éxito parece ser que tuvo la épica "Guzmán el Bueno, héroe de Tarifa", que se desarrollaba en verso.

Norberto Velázquez Moreno falleció en el año 1852; pero el teatro, desde entonces gestionado por su hijo, Norberto Velázquez Barrio, permaneció activo hasta 1880.

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El ferrocarril llega a Vigo

"La inauguración de la línea férrea Vigo-Orense tuvo lugar el 18 de Junio de 1881. A las 6 h. 40 m. de la madrugada, en medio de la natural algazara popular, sones de música y estallido de cohetes, arrancó de la estación viguesa el primer tren con destino a Orense. Lo componía una locomotora y tres vagones a techo descubierto engalanados con gallardetes. Los jubilosos viajeros abarrotaban los departamentos y se asomaban a las varandas, despidiendo sombrero en alto a familares y amigos. Las autoridades locales emprendieron también el intrépido viaje, bajo protectores quitasoles".

El texto es del cronista José María Alvarez Blázquez, correspondiente al capítulo "Vigo en el Siglo XIX", del volumen Vigo en su Historia, editado por la Caja de Ahorros Municipal de Vigo en 1979.

Las obras del trayecto duraron dieciocho años, a lo largo de los cuales se sucedieron paralizaciones. De hecho, desde Diciembre de 1875 se encontraban en el puerto de Vigo la locomotora y los vagones importados de Inglaterra y arribados en un buque de esa nacionalidad. Y en 1876 se realizaron pruebas con aquel material rodante hasta Chapela, donde llegaba la vía.

Continúa Don José María Alvarez Blázquez: " Esta conquista espléndida del ferrocarril, en cuya iluminación había puesto la ciudad sus más acendrados empeños durante varios lustros, no se alcanzó sin una larga serie de batallas de todo tipo. No fue la menor de ellas la de las rivalidades localistas, por cuanto otras ciudades de Galicia - Pontevedra y La Coruña especialmente - temían que al adelantarse Vigo en el logro quedasen sus aspiraciones postergadas indefinidamente".

Y sigue el ilustre historiador: "Se sacaron a relucir otros proyectos y planes, con trazados que dejarían al margen el Sur de Galicia, para la unión por vía férrea de estas tierras con el Norte peninsular y Castilla. Vigo, por su parte, defendía la doble conexión con Orense y Oporto, como un primer paso, mientras los tramos Vigo-Pontevedra y Pontevedra-Carril se consideraban de realización inmediatamente posterior".

Para rematar: "Esta idea fue la que al fin prosperó, pero no sin que las fuerzas vivas, la prensa y las instituciones de aquellas otras ciudades regateasen a Vigo con extraordinaria tenacidad el gozo de ver arrancar de su flamante estación el "monstruo de hierro". En esta pugna por la primacía, Santiago se adelantó a las demás poblaciones gallegas, ya que el tendido hasta Carril se inauguró en 1873. Era todavía un modesto recorrido y lo que más se ansiaba era la unión con Castilla".

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El muelle de hierro

Se encontraba en las Avenidas, en el arranque de la actual calle Concepción Arenal a la altura del solar que ocupa el edificio de la Xunta.

Se trataba de una estructura de en forma de T con dieciocho metros de ancho y dieciocho en la cabeza, con una línea útil de atraque de 348 metros y que vino a sustituir a otro anterior construido en madera.

Fue fruto de la iniciativa privada de empresarios de la ciudad, como casi siempre sucede en Vigo. Su inauguración, en 1893, se consideró todo un acontecimiento. Unas instalaciones muy necesarias entonces porque Vigo, a pesar del intenso tráfico en su puerto, carecía de verdaderos muelles. Que no se construían debido a que los cuantiosos ingresos que generaba el movimiento de buques que se dirigían a América con pasajeros de la emigración el gobierno los destinaba a la construcción del puerto de A Coruña.

El flamante muelle funcionó a la largo de tres décadas, hasta que en Enero de 1922 un gran temporal con vientos huracanados del norte y noroeste provocó que un barco fondeado en la Ría quedara sin gobierno y fuera a estrellarse contra las instalaciones.

"Parece que la naturaleza, que nos ha colocado en situación privilegiada, quiso, en un momento de indignación, dar un fuerte aldabonazo al poder Central para que atendiera de una vez lo que no quiso oir, desatendiendo las justas reclamaciones de este laborioso pueblo", así escribió un indignado cronista local al día siguiente.

LA VISITA DE PRIMO DE RIVERA

Aquel poder central, representado en Galicia desde A Coruña, siguió haciendo caso omiso.

Tuvo que ser la llegada de un gobierno duro, menos influenciable por las cacicadas e interesados tejemanejes localistas, la que provocó un cambio de rumbo en aquel estado de cosas. Así, el gobierno del general Primo de Rivera, que a finales de 1922 había tomado las riendas del poder mediante un golpe de estado bien visto por el monarca Alfonso XIII, fue el que decidió dotar a Vigo de las infraestructuras portuarias que precisaba, asignando los fondos necesarios - 34 millones de pesetas de entonces - para comenzar las obras.

Unas obras de construcción del puerto que debían realizarse de acuerdo con el proyecto del ingeniero jefe del mismo, Eduardo Cabello Ebrentz, al que dedicaremos otro capítulo, que llevaban catorce años esperando por su provisión presupuestaria.

Tras haber asignado el gobierno los fondos, en Julio de 1924 apareció por Vigo el propio Miguel Primo de Rivera, tributándole la ciudad un extraordinario recibimiento.

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Manuel Bárcena

Manuel Bárcena y Franco, Conde de Torrecedeira, fue uno de los prohombres del Vigo de su tiempo. Un personaje clave en aquella ciudad que se desarrollaba con un gran impulso en la segunda mitad del Siglo XIX.

Vigo atravesaba por una de sus mejores etapas de expansión, con la potente industria conservera a pleno rendimiento, al tiempo que mantenía fuertes lazos económicos con el Reino Unido.

A Vigo llegaban por mar las importaciones de maquinaria de aquel país; las flotas de guerra británicas recalaban con frecuencia en el puerto; y la presencia de los empleados de la Eastern Telegaph Company - más conocida por Cable Inglés, a la que se hace referencia en el capítulo anterior - se dejaba sentir en la vida social. Pero es que, además, una de las empresas más rentables de la época era la exportación de ganado a Inglaterra.

Entre los años 1865 y 1886 salieron de Vigo con destino a las Islas Británicas nada menos que 93.000 cabezas de vacuno para destinar a carne, lo que se traduce en una media de casi 4.500 reses anuales. El punto culminante lo alcanzaron estas remesas en el año 1882, en el que fueron embarcadas por el muelle de madera que se encontraba en el arranque de la actual calle Concepción Arenal unos 9.000 ejemplares de la raza rubia gallega.

El ganado entraba en Vigo por el Calvario y era conducido, como si de una cañada se tratase, por las actuales calles Urzáiz y Colón abajo, vías urbanas recién abiertas en las cuales se encontraban en construcción los magníficos edificios de cantería.

El promotor responsable de aquellos envíos de ganado era el acaudalado industrial y comerciante Manuel Bárcena y Franco, que también poseía una importante fábrica de curtidos y participaba en otros diversos y sustanciales negocios. Un hombre ilustrado, que había cursado sus estudios en Inglaterra y, hablando varios idiomas, había recorrido varios países europeos.

Siendo alcalde de la ciudad, en 1880 Manuel Bárcena promovió la creación de la Caja Municipal de Ahorros y Monte de Piedad, origen de Caixanova, construyendo a sus expensas el primer edificio que le sirvió de sede, en Policarpo Sanz esquina Velázquez Moreno, donde hoy se encuentra el actual Centro Social de la entidad que debería llevar su nombre.

No sólo eso, sino que aportó en préstamo para su constitución la enorme suma de los 20.000 reales, lo que permitió a la entidad desenvolverse sin agobios en sus primeros años.

La exportación de ganado a Inglaterra comenzó a declinar a partir de 1887, debido al aumento del precio del vacuno gallego y a la competencia en aquel mercado de otros países, en especial Estados Unidos. Terminando por desaparecer a finales de ese siglo.

Manuel Bárcena y Franco fue alcalde de Vigo entre 1879 y 1881 así como fundador, en 1886, de la Cámara de Comercio, radicada en el mismo edificio Bárcena donde se encontraba la Caja de Ahorros, de la que también fue primer presidente.

En 1891 recibió de la Corona el título de Conde de Torrecedeira.

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El "Cable Inglés"

La Great Estern Telegraph Company, que se encargaría de tender cables submarinos para la telegrafía entre las Islas Británicas y el continente europeo; y posteriormente de conectar Europa con Africa, Asia y América, se fundó en el año 1872, como resultado de la fusión de varias empresas.

Uno de los cables de la Eastern enlazaba Porthcurno con Vigo; y Vigo con Carcavelos, en Portugal, desde donde partían otros hacia el Mediterráneo y hacia Brasil. De esta manera, nuestro puerto era punto de partida de las comunicaciones de España con América.

En la Calle Real - posteriormente se trasladarían - se ubicaron en 1873 las primeras oficinas viguesas de la Eastern Telegraph, enseguida bautizada aquí como Cable Inglés. A partir de entonces, a lo largo de muchas décadas, la colectividad de empleados de la compañía británica hizo sentir su presencia en la vida social y económica de la ciudad.

Deportes y cerveza

Es bien sabido que los ingleses del Cable trajeron la novedad de algunos deportes. Por eso Vigo fue pionera en Galicia en contar con canchas de tenis – de hierba, por supuesto -; y también la primera ciudad donde se practicó el tenis de mesa, en un principio considerado actividad elitista y propia de los clubs más distinguidos. Esto, aparte del fútbol, naturalmente, un deporte de equipo y balón que por entonces los ingleses daban a conocer fuera de sus islas.

Pero es que, además, esta presencia británica aportó a la ciudad una industria tan singular entonces como una fábrica de cerveza propiedad de un tal Mr. Hyde. En la edición del 8 de Mayo de 1875, un cronista urbano informaba al respecto:

“La fabricación de cerveza ha sido emprendida por Mr.Hyde, quien acumulando una excelente clase de materias primas para su elaboración, ha logrado dar cima a una justa y honrosa competición con la cerveza del extranjero, tanto por su buen gusto como por el “spirit” del líquido, de fermentación completa y acabada”.

Al parecer, según otras crónicas, la novedosa cerveza era considerada capricho de jóvenes modernistas – un poco pijos, diríamos ahora -, en especial de aquellos que frecuentaban una sociedad llamada “Gimnasio”, unos considerados snobs que también fumaban tabaco, preferiblemente egipcio.

Vinos de Oporto

Los ingleses del Cable propiciaron, asimismo, la aparición de otra industria del sector bebidas, la que nació de un pequeño despacho de vinos propiedad de un ciudadano de origen portugués de apellido Bandeira, establecimiento que se encontraba justo al lado de las oficinas cableras ya instaladas en el edificio de Bárcena, en Velázquez Moreno esquina Policarpo Sanz.

Parece ser que el señor Bandeira expendía excelentes caldos de Oporto, y es bien sabida la afición de los británicos estos vinos. Total, que gracias a aquella perseverante clientela al señor Bandeira le fueron muy bien las cosas, hasta el punto de que, con el tiempo, el despacho se convertiría en gran bodega, e incluso los vinos de Oporto con la etiqueta Antonio Bandeira llegaron a ser, hasta los años 80 del siglo pasado, una referencia en el mercado nacional de bebidas, con notable presencia en las estanterías de los bares.

El gran solar y las abandonadas naves de las Bodegas Bandeira, donde se elaboraba y embotellaba un peculiar vino de Oporto se encuentran en el barrio del Calvario, esperando destino urbanístico.

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José Elduayen y Gorriti

Vigo comenzó a convertirse en potente ciudad a mediados del Siglo XIX, desempeñando en ello un papel fundamental la figura de José Elduayen y Gorriti, madrileño de origen vasco nacido en 1823 y que llegó destinado a Galicia en 1856 para ejercer su profesión de Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos.

Con respecto a su persona, la intuición la tuvo un prohombre de la época, el empresario Joaquín Yánez, quien muy pronto supo ver las cualidades de aquel recién llegado, convirtiéndose en su promotor social y político. A las llamadas fuerzas vivas de la ciudad les hizo comprender Yáñez que Elduayen era la persona adecuada para representar al distrito ante el Congreso de la nación, acertando plenamente.

Desde 1857 hasta 1891, a lo largo de más de treinta años, José Elduayen ejerció como diputado por Vigo, convirtiéndose con el paso del tiempo en uno de los personajes claves en los muchos avatares políticos de la España de entonces. Como hombre próximo a Cánovas del Castillo, ocupó diversas carteras ministeriales en ocho ocasiones. También llegó a ser gobernador del Banco de España y presidente del Senado, haciéndose merecedor de una larguísima relación de títulos y condecoraciones. Siempre ejerciendo de extraordinario vigués desde la distancia.

En los tiempos de Elduayen, gracias a su gestión en la mayor medida, Vigo vivió la llegada del ferrocarril; inauguración de muelles; el relleno del Malecón – actual Alameda y zonas adyacentes -; demolición de las antiguas murallas y la apertura del ensanche, con calles como las actuales Policarpo Sanz, Colón y García Barbón; la nueva carretera hacia Ourense; y el ascenso del puerto de Vigo a la categoría de Primera Especial, por lo que pudo, a partir de entonces, recibir nuevos tráficos. Así como la construcción del Hospital Municipal y de la nueva Casa Consistorial, entre otros muchos logros que no hubieran sido posibles sin su interés e influencias.

El Marqués del Pazo de la Merced, propietario de la finca de Monterreal, actual Parador de Baiona, falleció en Madrid en Junio de 1898, a los setenta y cinco años; pero antes había dejado dispuesto que lo enterrasen en Vigo, en el cementerio de Pereiró.

Con José Elduayen y Gorriti la ciudad supo ser agradecida. El monumento que se encuentra en las Avenidas, la zona que él contribuyó a crear, se levantó en 1896, cuando todavía vivía y por “suscripción popular” (es decir, con la aportación de "las clases pudientes").

Enorme figura de gran personalidad, fue el político que mayores logros consiguió para Vigo.

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La flota del Zar atrapada en Vigo

En Marzo de 1904, el jovencísismo monarca Alfonso XIII tuvo en encuentro en Vigo con el kaiser alemán Wilhelm II, el cual, impresionado por nuestra Ría, escribió así en una carta destinada a su primo el Zar Nicolás II de todas las Rusias, al que él llamaba "Dearest Nicky", traducible por "Mi más querido Nicolasito": "Vigo es una gran bahía con espacio para todas las flotas del mundo. Las flotas británicas la visitan cada mes, y Henry estuvo allí el año pasado con nuestra escuadra".

Poco podían imaginar el monarca español y el emperador alemán - mucho menos el Zar receptor de la carta - que tan sólo unos meses después, en Octubre del mismo año, la gran flota rusa del Báltico, que hizo su entrada el día 26 para aprovisionarse de carbón, se vería retenida, refugiada tras las Cíes, bloqueda precisamente en nuestras aguas.

ALARMA INTERNACIONAL CENTRADA EN VIGO

Así vivió Vigo un acontecimiento que pudo ser trágico y que durante unos días centró la atención mundial. Unas jornadas que los vigueses vivieron con enorme preocupación.

Ocurrió que al atravesar el Canal de la Mancha, uno de los buques rusos había tenido un incidente con un pesquero inglés, contra el que hizo fuego y hundió. El Almirantazgo británico reaccionó de inmediato enviando hacia Vigo la escuadra con base en Gibraltar, que se apostó en las Cíes para evitar la salida de la flota rusa.

Cuentan las crónicas que la tensión internacional llegó a ser enorme, porque se temía que no se pudiera evitar un enfrentamiento de imprevisibles consecuencias. Lo repetían en morse los telégrafos de todo el mundo, con noticias proporcionadas desde Vigo por el Cable Inglés y el Cable Alemán, ambos radicados en la ciudad.

A lo largo de varias difíciles jornadas se sucedieron los contactos y gestiones diplomáticas al más alto nivel, hasta que la gravísima situación pudo al fin encontrar solución en una fuerte reparación rusa - sesenta y cinco mil libras de la época - aceptada por el gobierno de Londres.

El día 1 de Noviembre la flota del Zar pudo abandonar la Ría; pero lo hizo en busca de una trágico destino que parecía anunciado. Meses después, en Port Arthur, iba a sufrir una gran derrota ante la armada japonesa, con el hundimiento de casi todos sus barcos.

Entre aquellos buques se encontraba el famoso Aurora, que años más tarde pasaría a la posteridad por motivos de todos conocidos, cuando, frente al Palacio de Invierno de San Petersburgo, sus cañones dieron la señal para el comienzo de la revolución rusa de 1917. Fue uno de los pocos barcos que se salvaron en Port Arthur. Pero antes de convertirse en símbolo revolucionario, convertido en buque escuela aun visitaría Vigo en dos ocasiones, en 1911 y 1912.

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